text 65: Giorgio Agamben: “La epidemia muestra que el estado de excepción se ha convertido en la condición normal”




Para el virólogo, el enemigo a combatir es el virus; para los médicos, el objetivo es la curación; para el gobierno, se trata de mantener el control, y yo puedo hacer lo mismo al recordar que el precio a pagar por esto no debe ser muy alto. En Europa ha habido epidemias mucho más graves, pero a nadie se le había ocurrido declarar un estado de emergencia como el que, en Italia y Francia, prácticamente nos impide vivir. Teniendo en cuenta que la enfermedad ha afectado hasta ahora a menos de una de cada mil personas en Italia, uno se pregunta qué se haría si la epidemia empeorara realmente. El miedo es un mal consejero y no creo que convertir el país en un país pestífero, donde cada uno mira al otro como una ocasión para el contagio, sea realmente la solución correcta. La falsa lógica es siempre la misma: así como frente al terrorismo se afirmaba que la libertad debía ser suprimida para defenderla, también se nos dice que la vida debe ser suspendida para protegerla.
Lo que la epidemia muestra claramente es que el estado de excepción, al que los gobiernos nos han familiarizado desde hace tiempo, se ha convertido en la condición normal. Los hombres se han acostumbrado tanto a vivir en un estado de crisis permanente que no parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y ha perdido no sólo su dimensión política sino también cualquier dimensión humana. Una sociedad que vive en un estado de emergencia permanente no puede ser una sociedad libre. Vivimos en una sociedad que ha sacrificado su libertad por las llamadas «razones de seguridad» y que así se ha condenado a vivir continuamente en un estado de miedo e inseguridad.
La política moderna es de principio a fin una biopolítica, donde la puesta en juego última es la vida biológica como tal. El nuevo hecho es que la salud se está convirtiendo en una obligación jurídica que debe cumplirse a toda costa.
El miedo hace que aparezcan muchas cosas que uno pretende no ver. Lo primero es que nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la nuda vida. Es evidente para mí que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones políticas y religiosas ante el peligro de contaminarse. La nuda vida no es algo que una a los hombres, sino que los ciega y los separa. Los demás seres humanos, como en la peste descrita por Manzoni en su novela Los novios, no son más que agentes de contagio, a los que hay que mantener al menos a un metro de distancia y encarcelar si se acercan demasiado. Incluso los muertos —esto es verdaderamente bárbaro— ya no tienen derecho a un funeral y no está claro qué pasa con sus cadáveres.
Nuestro prójimo ya no existe y es verdaderamente espantoso que las dos religiones que parecían regir en Occidente, el cristianismo y el capitalismo, la religión de Cristo y la religión del dinero, permanezcan en silencio. ¿Qué pasa con las relaciones humanas en un país que se acostumbra a vivir en tales condiciones? ¿Y qué es una sociedad que ya no cree en nada más que en la supervivencia?
Es un espectáculo verdaderamente triste ver a toda una sociedad, enfrentada a un peligro por lo demás incierto, liquidar en bloque todos sus valores éticos y políticos. Cuando todo esto termine, sé que ya no podré volver al estado normal.
Lo que me preocupa no es sólo el presente, sino también lo que vendrá después. Así como las guerras han legado a la paz una serie de tecnologías nefastas, de la misma manera es muy probable que se buscará continuar, después del fin de la emergencia sanitaria, los experimentos que los gobiernos no habían conseguido realizar aún: que las universidades y las escuelas cierren y sólo den lecciones en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto —todo contagio— entre los seres humanos.
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