text 58: Azahara Palomeque, Trump y el Estado fallido


La estrategia de Trump frente al COVID-19 es coherente con el statu quo: en un país donde los enfermos no importaban antes de la pandemia, ¿por qué habrían de preocuparles ahora? El darwinismo social que predomina en la vida estadounidense se extiende así a una emergencia de salud pública que está siendo tratada de la misma forma que otras crisis humanitarias preexistentes, aplicando la máxima del sálvese quien pueda. En este sentido, no sorprenden las declaraciones recientes del vicegobernador de Texas, Dan Patrick, en las que defiende que los mayores deberían sacrificar la vida para favorecer la prosperidad de sus hijos y nietos. Entre el grupo de mayores se encontraba él mismo, quien, cuan novio de la muerte, asumía su pronosticada defunción con tal de mantener intacta “la América que toda América ama”. La aseveración suicida del vicegobernador no debería eclipsar el mensaje latente bajo esa pátina de falso heroísmo: si por encima de todo prima la mano invisible del mercado es porque esta se encarga sistemáticamente de arrojar al abismo a los de siempre. Con coronavirus o sin él, la estrategia sigue siendo la misma, y lo único que el virus ha logrado transformar es el grado de visibilidad de una tragedia que ocurre a diario. La América que toda América ama está plagada de muertes silenciosas por falta de atención sanitaria accesible, de precariedad y endeudamiento masivos, de falta de servicios sociales públicos que dignifiquen la vida del ciudadano, de un individualismo tan recalcitrante que ha impulsado la compra de armas en una búsqueda desesperada de muchos por hallar la protección que el estado no garantiza. El virus no es el problema, solo lo acucia y revela la vulnerabilidad absoluta a  la que aboca un Estado fallido.

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