Biaxos polítics o com guanyar el cor de l'electorat (George Lakoff).


Resultat d'imatges de el roto democracia
El Roto
 - La trampa de la “lista de propuestas”. Se suele pensar que la gente vota en función de los programas electorales y de las propuestas políticas específicas de los candidatos. Lo cierto es que la gente vota basándose en los valores, la capacidad de transmitir, la autenticidad, la confianza y la identidad.

- La trampa del racionalismo. Existe una –falsa, pero extendida- teoría según la cual la razón es algo completamente consciente, verbalizado (pues refleja literalmente el mundo objetivo), lógico, universal y libre de emociones. La ciencia cognitiva ha demostrado que  cada uno de estos extremos es falso. (…) Fomenta la creencia de que los hechos convencen por sí solos a los electores, ya que los electores son “racionales” y deciden su voto en función de las propuestas y de sus propios intereses.

- La trampa del “no es necesario crear marcos”. Se sostiene que “la verdad no necesita enmarcarse” y que “los hechos hablan por sí solos”. La gente utiliza marcos –es decir, estructuras mentales profundamente arraigadas que configuran nuestra comprensión del mundo- para entender los hechos. Los marcos están en nuestros cerebros y definen nuestro sentido común. Es imposible pensar o comunicar sin activar estos marcos. De ahí la importancia de enmarcar, de activar uno u otro marco. Las verdades tienen que enmarcarse para que se vean como verdades. Los hecho necesitan un contexto.

- La trampa de las “políticas son valores”. Se acostumbra a equiparar las políticas con los valores, es decir, con conceptos éticos como la empatía, la responsabilidad, la justicia, la libertad, etc. Las políticas no son valores en sí mismas, aunque se basen, o debieran basarse en ellos. Por ejemplo, la Seguridad Social y el seguro médico universal no son valores: son medidas políticas que reflejan y realizan los valores de la dignidad humana, el bien común, la justicia y la igualdad.

- La trampa del centrista. Existe una creencia generalizada: que existe un “centro” ideológico, es decir, un grupo mayoritario de electores, bien con una ideología propiamente centrista, bien posicionados entre la derecha y la izquierda, bien que comparten las mismas opiniones. En realidad, el llamado centro está formado por biconceptuales, es decir, por personas que son conservadoras en algunos aspectos de la vida y progresistas en otros. Los electores que se consideran “conservadores” suelen tener valores progresistas en cuestiones importantes de la vida. Tenemos que dirigirnos a estos biconceptuales “parcialmente progresistas” apelando a sus, a veces sólidas, identidades progresistas. Muchos progresistas creen que deben “escorarse a la derecha” para conseguir más votos. En realidad, es un error. Al acercarse a la derecha, los progresistas refuerzan los valores de la derecha y renuncian a los suyos; y, además, se alejan de sus bases.

- La trampa del menosprecio. Demasiados progresistas creen que la gente que vota a los conservadores es sencillamente tonta, sobre todo si vota en contra de sus propios intereses económicos. Los progresistas creen que basta con explicar a la gente cuál es su verdadera situación económica para que cambie su voto. En realidad, los que votan a los conservadores tienen sus razones y convendría entenderlas. El populismo conservador es de naturaleza cultural, no económica. Los populistas conservadores, que se consideran gente corriente, con sentido moral e ideas razonables, se sienten despreciados por las élites liberales que los oprimen. Consideran que los progresistas están intentando imponerles una “corrección política” inmoral, y esto les irrita. (…)


George Lakoff, Ganar y perder elecciones, Claves de razón práctica nº 186, Octubre 2008

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