L'origen de la política (l'origen d'un malentès). (Hannah Arendt).
La política, se dice, es una
necesidad ineludible para la vida humana, tanto individual como social. Puesto
que el hombre no es autárquico, sino que depende en su existencia de otros, el
cuidado de ésta debe concernir a todos, sin lo cual la convivencia sería
imposible. La misión y el fin de la política es asegurar la vida en el sentido
más amplio. Es ella quien hace posible al individuo perseguir en paz y
tranquilidad sus fines no importunándole (es completamente indiferente en qué
esfera de la vida se sitúen dichos fines: puede tratarse, en el sentido antiguo,
de posibilitar que unos pocos se ocupen de la filosofía o, en el sentido
moderno, de asegurar a muchos el sustento y un mínimo de felicidad). Dado que,
como Madison observó una vez, en
esta convivencia se trata de hombres y no de ángeles, el cuidado de la
existencia sólo puede tener lugar mediante un estado que posea el monopolio de
la violencia y evite la guerra de todos contra todos.
A estas respuestas les es común
tener por obvio que allí donde los hombres conviven, en un sentido histórico-civilizatorio,
hay y ha habido siempre política. Para abonar tal obviedad se acostumbra a
apelar a la definición aristotélica del hombre como un ser vivo político, y
esta apelación no es irrelevante porque la polis ha determinado decisivamente
tanto la concepción europea de lo que es
verdaderamente la política y su sentido como la forma lingüística de referirse
a ello. Por eso tampoco es irrelevante que la apelación a Aristóteles se base en un malentendido igualmente muy antiguo
aunque ya postclásico.
(El
sentit de la política, 150-184)
Hannah
Arendt, Introducción a la política, en La
promesa de la política, Paidós, Barna 2008
Comentaris