Bletchley Park contra Enigma.

Bletchley Park
La capacidad tanto para cifrar como para descifrar mensajes, junto con su manejabilidad y eficacia, fue lo que llamó la atención al Gobierno alemán de la máquina encriptadora Enigma. El aparato, creado a fines de la I Guerra Mundial por el alemán Arthur Ercherbius, iba dirigido a las entidades de carácter bancario y mercantil, para que pudieran codificar sus documentos y hacerlos invisibles frente a la competencia; vista su potencialidad y efectividad, hasta entonces desconocida en el envío de mensajes codificados, será el Gobierno alemán el que la adquiera con exclusividad a finales de los años 20.

La rapidez con la que la Alemania nazi se rearmó desde la llegada de Hitler al poder, así como la gran movilidad que adquiría su maquinaria de guerra, fue pareja con el desarrollo y efectividad en la seguridad de las comunicaciones que proporcionaba Enigma, de la que se llegaron a fabricar más de 100.000 unidades. La máquina encriptadora dará durante la II Guerra Mundial a los alemanes grandes resultados, sobre todo en el frente Atlántico, proporcionando a la armada submarina nazi, una gran supremacía frente a los convoyes ingleses, que se dirigían a Inglaterra con las mercancías necesarias, tanto para el abastecimiento alimentario como el militar. Los submarinos alemanes actuaban con una precisión y efectividad letal; se movían conjuntamente como una manada de lobos sobre su presa, rodeándola y destruyendo uno tras otro los barcos ingleses.

Máquina Enigma / The Prodigal Guide
El procedimiento era sencillo, cuando un submarino alemán detectaba un convoy aliado, rápidamente y de manera codificada con Enigma, se enviaba la información de la posición exacta al cuartel general alemán comandado por Dönitz, quién reunía a sus chacales y los dirigía hacia el objetivo naval. Un buen número de submarinos rodeaban así a los buques ingleses, que de manera sorpresiva eran torpedeados hasta su destrucción total. John Keegan en su Inteligencia militar: conocer al enemigo, de Napoleón a Al Qaeda, establece que “ La estrategia del ataque en manada, con el respaldo de la radio se convirtió en un arma mortal contra los conyoyes”. Enigma fue, uno de los principales dolores de cabeza de Churchill, quién expresaría que, prefería enfrentarse a una invasión alemana en suelo británico, a hacerlo con los submarinos alemanes.

Así las cosas, la importancia del conocimiento de los códigos Enigma resultaba trascendental para los aliados que se encontraban ciegos, sordos y por tanto impotentes frente al poder de comunicación nazi y la rapidez y contundencia con la que actuaban no solo en el en Atlántico, también en el Mediterraneo y en el Índico. Un descifrado para el que los propios alemanes calculaban que ni millones de matemáticos, trabajando sin dormir una vida entera, podrían descifrar un mensaje encriptado con Enigma. En realidad, a la máquina se le atribuye una capacidad de 159 millones de millones de millones de variables posibles a seleccionar para descifrar un mensaje.

El nueve de mayo de 1941 un golpe de suerte parece contribuir al ritmo de la guerra, acortando el conflicto al menos en dos años según los expertos. El submarino U-110 alemán, comandado por Fritz Julius Lemp, ataca frente a la costa de Groenlandia al convoy Outbound 318 inglés. Los torpedos hacen diana en dos de los buques; movilizados los destructores que les acompañan, comienza una carga indiscriminada sobre el submarino que resulta seriamente dañado, obligando a su comandante a dar la orden de subir a superficie y abandonar la nave, no sin antes poner unas cargas explosivas en el submarino con el fin de que el enemigo no se hiciera con él. El destructor HMS Aubertia recogió a los tripulantes alemanes y el comandante del destructor HMS Bulldog ordenó el abordaje del submarino. La fatalidad para los alemanes vino de la mano de los explosivos, que no llegaron a actuar (ni el comandante, ni la tripulación alemana lo sabrían nunca, pues se les dijo que el submarino se hundió al explosionar las cargas), con lo que los británicos se hicieron con un gran tesoro: libros de códigos, mensajes cifrados y la máquina Enigma; un arsenal informativo de trascendental importancia que es llevado a Bletchley Park, la escuela gubernamental inglesa de Códigos y Claves, un lugar en el que se llevaba a cabo de manera secreta el descifrado de códigos alemanes y los de sus aliados, entre los que estaría cómo no, el de la máquina Enigma.

Enigma, no era desconocida cuando se hacen con la documentación y la propia máquina que viajaba en el U-110. Matemáticos polacos, adelantaron en gran manera su conocimiento. Imprescindible el trabajo de Jerzy Rozycki, Marian Rejewsli y Henryk Zyglaski, que venían investigando desde antes del conflicto en el complicado cifrado de la misma con notables, pero nunca suficientes avances. En Inglaterra y en concreto en el centro decodificador y escuela de encriptado de Bletchley, que se va a beneficiar de esos trabajos una vez invadida Polonia, se contaba con matemáticos brillantes como Gordon Welchman (1906-1985) y Alan Turing (1912-1954), este último estudiante de Cambridge y doctorado en Princepton, en 1936 había elaborado una teoría sobre máquinas calculadoras universales, equivalentes a un proto-ordenador digital (causa de que a los ordenadores se les llame también máquinas Turing). Un héroe cuyo trabajo fue esencial para la decodificación de Enigma y que, se suicidaría dos años después de ser condenado por homosexual y de recibir un tratamiento de castración química. La película The Imitation Game, dirigida por Morten Tyldem y estrenada en octubre de 2014 (en España en enero de 2015), le rinde homenaje; también la Reina Isabel II de Inglaterra lo hizo en 2013, cuando consideró que debía otorgar el (tardío) perdón real al genio matemático a quien su país tanto debía por una sentencia que, en palabras de la reina, "hoy se consideraría injusta y discriminatoria". Su figura que ha cobrado actualidad con la película, revaloriza su obra, así la Casa Bonhams sacará a subasta el 13 de abril de 2015 un cuaderno de matemáticas escrito por Turing con datos del código Enigma, esperándose alcanzar una cifra por encima del millón de dólares, precio de salida.

En Bletchley y junto a Turing, trabajó también la matemática Joan Clarke (1917-1996); Joan que mantendrá la amistad con él hasta el resto de sus días, a diferencia de Turing sí verá valorado su trabajo. En 1947 recibió la Orden del Imperio Británico, en reconocimiento a su talento y a los servicios prestados a su país durante la II Guerra Mundial. Aunque no será hasta la publicación en febrero de 2015, de Women Codebreakers at Bletchley Park, cuando se difunda su trabajo y el de otras dos compañeras, Margaret Rock y Mavis Lever.

Las personas que trabajaban en Bletchley Park (1940-1944) se encargaban de descifrar los mensajes encriptados de los alemanes y de sus aliados; una buena parte de su tiempo se consumía con los textos codificados de la máquina Enigma. En el otro lado, el alemán, ocurría lo mismo en B-dienst, centro de inteligencia criptográfica donde trabajaban sin descanso en decodificar la Clave Naval nº 3. Avances y retrocesos en el resultado de los trabajos de ambos centros, constituían luces y sombras en la batalla común.

El personal de Bletchley fue reclutado entre expertos ajedrecistas, brillantes matemáticos, traductores, criptógrafos, especialistas en resolución rápida de crucigramas y lingüistas, que se distribuían en tres turnos, trabajando para conseguir lo inaudito, que en 1942 el descifrado de mensajes cifrados fuera increíblemente rápido, y todo ello sin que los alemanes sospecharan que el desencriptamiento de sus códigos se había conseguido. Algo más se logró en ese año si atendemos a las cifras que nos proporciona Richard Overy en Por qué ganaron los aliados, pues en octubre de 1940 los alemanes habían hundido el equivalente de 920 toneladas diarias; en agosto de 1942 la cifra se había reducido a 149 toneladas y en noviembre de ese mismo año, aunque aumenta a 220 toneladas, es desde luego muy inferior a las cifras de 1940. Al mismo tiempo el número de submarinos alemanes destruidos por la armada aliada iba en aumento, pasando en la segunda mitad de 1942 a 65 las naves submarinas hundidas, lo que significaba un incremento de entre cuatro y cinco veces, con respecto a los primeros meses de ese mismo año.

En 2008 el corazón de la criptografía inglesa, la mansión victoriana de Bletchley Park, constituida en museo y gestionada por 300 voluntarios, pedía ayuda para continuar con un proyecto para el que carecían de recursos: perpetuar la memoria de lo que supuso el trabajo de aproximadamente 12.000 personas, de las que unas 8.000 fueron mujeres (los datos son de Michael Smith, miembro del Grupo Asesor Histórico de Bletchley). Hoy en día parece que el museo goza de muy buena salud; es visitable todo el año (salvo cuatro días de Navidad); atiende grupos y visitas individuales y tiene un interesante trabajo de difusión con las Guías interactivas iTouch, un recorrido en multimedia personalizado en el que cada visitante recorre al ritmo deseado el museo, escuchando las entrevistas realizadas a las personas que trabajaron allí. Un trabajo de difusión elaborado por el experto en patrimonio arquitectónico británico, Jonathan Foyle. 

En el Centro se muestran exposiciones temporales y permanentes; galerías y diversas edificaciones que se conservan de los años de la guerra; ruidos y sonidos hacen que el visitante se traslade a otra época, escuchando retazos de conversaciones, timbres de bicicleta, sirenas de bombardeo… El Museo dedica una sala a Turing y a cómo se logra "romper" Enigma con la máquina Bomba de Turing.

Si el trabajo en Bletchley fue admirable, asombroso fue el código de silencio que las autoridades exigieron a los trabajadores (bajo pena de muerte) y el acatamiento que ellos hicieron.

Muchas de las mujeres y los hombres reclutados, al acabar la guerra se encontraron sin trabajo y sin posibilidad de presentar un currículum sobre su colaboración en el conflicto; nadie dijo a sus familiares: padres, cónyuges e hijos, en qué habían contribuido a la derrota del nazismo. Otra parte del personal fue contratada para seguir contribuyendo dentro de la Inteligencia británica.

El silencio que Churchill estaba obsesionado en mantener durante la época en que la URSS formaba parte de los aliados, no era más que la precaución lógica de alguien que veía muy claro lo que traería el fin de la guerra: el comienzo de otro conflicto que se conocería como la Guerra Fría. Esa fue la causa por la que el trabajo de Bletchley se debía guardar en tan riguroso secreto. En 1974, Winterbotham, antiguo trabajador de Bletchley Park, rompió ese silencio, con lo que muchos de sus compatriotas llamaron el indigno y canallesco The Ultra Secret, el libro que narraba y daba cuenta del trabajo de los desencriptadores ingleses de Bletchley.

María José Turrión, Guerra mundial de cerebros. Británicos contra Enigma, El País, 02/03/2015

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